Fueron pasando los días y Mario seguí viniendo. Seguí tomando su café. Seguía llamándome pa…Paloma,
seguía pidiéndome que le contara chistes. Y los dos seguíamos riéndonos como un
par de bobos.
Ya había pasado dos semanas desde que conocía a Mario, y aunque
era realmente poco tiempo, sabía que me gustaba.
-Quiero paella
-Aquí no servimos paella- dije un poco desconcertada. Es una
cafetería, ¿Recuerdas?- le pregunté con tono burlón.
-¡Mírala! Que graciosilla es cuando quiere. Enserio, quiero
paella. Y como aquí no la servís, tendremos que ir a otro sitio a pedirla-
respondió.
¿Tendremos? ¿Quiénes? ¿Él y su novia? ¿Él y sus compañeros? ¿Él
y los aliens? ¿Quiénes?
No contesté. Simplemente reí.
-Paso a por a ti a medio día, conozco un restaurante
valenciano cerca de aquí que tiene la mejor paella de la ciudad.
-¿A por mí? – pregunté sorprendida
-¡Hoooola! – dijo pronunciando despacio cada letra. Sí,
estoy hablando contigo.
-Sí, pero no sabía que lo decías para ir a comer los dos-
hice una pequeña pausa. Juntos.
-Que mona eres.
Y se marchó.
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