sábado, 3 de octubre de 2015

Capítulo 5

Después de torturarme a mí misma por hacer el ridículo sobre manera. Seguí concentrada en mi trabajo. De todos modos, aunque Mario volviese, no sería para verme a mí. Seguramente estaría trabajando cerca, en alguna oficina, o puede que se hubiese mudado a la zona.
Llevaba poco más de un año trabajando en la cafetería, pero nunca una mañana me había parecido tan larga. Me intentaba convencer a mí misma que lo de Mario era solo una anécdota, e incluso me enfadaba cuando me venía a la mente.

Estaba sirviendo la mesa de los trabajadores de un bufete de abogados vecino de la cafetería. Dos cafés con leche, un zumo de naranja natural, un par de tostadas y un té. Y de repente, pasó. ¡No me lo podía creer! Ahí estaba Mario. Intenté mantener la calma, pero el corazón es un cabroncete desobediente y empezó a latir más rápido de lo normal, mis manos parecían las de una experta en castañuelas y sentía como todo sucedía a cámara lenta.


Acabé de servir la mesa y me fui a la barra intentando mantener el equilibrio para no tropezar y volver a parecerle idiota. Fingiendo que no me había dado cuenta de que Mario había entrado y se había sentado en una mesa cercana a la ventana. Dejé la bandeja en la barra y cogí rápido el bloc de notas para tomarle nota. Moría de ganas de acercarme, pero no podía controlar mis nervios. Cuando me disponía a acercarme a su mesa, mi compañera ya estaba atendiéndole. Fue un poco decepcionante, pero sentí alivio. Tenía más tiempo para relajarme e intentar comportarme como una persona normal. Quería dirigir mi mirada hacia su mesa, por si por alguna de aquellas nuestras miradas se cruzaran. Pero no me atrevía. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario