Cuando me desperté, estaba sonriendo. ¿Enserio estaba
sonriendo mientras dormía? Debía tener una pinta ridícula. ¿Cómo es posible que
ese chido me hubiese vuelto tan loca?
Otra mañana más de trabajo, gente que entraba y salía.
Algunos venían todos los días, otros no los había visto nunca. Solo tenía ganas
de cantar y de bailar. Estaba siendo todavía más amable y alegre de lo normal.
Pero no vino. Ese día no vi a Mario. Por un lado, estaba
preocupada por si le hubiese pasado algo. Pero por otro lado, estaba convencida
de que había hecho algo mal, que no existía ese interés que yo había inventado,
que simplemente era un chico simpático que pasaba por la cafetería para ir a
trabajar.
Esa tarde quedé con mis amigos para tomar unas cervezas al
salir del trabajo. Necesitaba distraerme para no darle más vueltas, pero no lo
conseguí. Las voces de mis amigos sonaban en mi cabeza como la banda sonora de
una película protagonizada por Mario.
Pero la pena no me duró mucho tiempo. Al día siguiente
volvió a la cafetería.
-¡Hola pa…Paloma!- dijo tan entusiasta y burlón como
siempre. ¿Te has cortado un poco pelo?
-¡Buenos días! Sí, me he saneado las puntas, ¿Cómo has
podido notarlo? –pregunté realmente sorprendida. Apenas lo noto yo misma.
-Estás guapa- sonrió
-¿Café?
-Por favor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario