¿El de mañana? ¿Va a volver? Madre mía… ¡Voy a pedir hora en
la peluquería para esta tarde! ¿Pero qué dices, Paloma? ¿Te estás volviendo
loca?
Esa tarde me fui a casa dándole vueltas a todo lo que había hablado con Mario. No me quitaba
la imagen de sus ojos de la cabeza, ¿Cómo podían parecerse tanto al café?, ¿Y
esa sonrisa? Parecía sobrenatural. Y sobre todo, ¿Por qué tenía ese interés en
mí? Aunque bueno, quizá no fuera interés, pero mi mente quería verlo así.
El día amaneció nublado, refrescaba y parecía que no iba a
tardar mucho en empezar a llover. Normalmente, los días así me ponen de
malhumor, pero ese día no podía estarlo. No tenía la esperanza de ver a Mario
entrando por la puerta a pedir su café con leche, corto de leche, dos sobres de
azúcar y un vaso con dos hielos y una rodaja de limón. Porque sabía que iba a
aparecer, me lo había dicho.
Y así fue.
-¡Buenos días pa…Paloma!
-Buenos días graciosillo, enseguida te preparo tu café.
-No, no te molestes. Hoy no puedo quedarme, solo pasaba a
saludar.
-¡Anda! ¿Solo a saludar?
-Sí, tenía que venir a ver a pa…Paloma. Te recuerdo que me
debes un chiste.
-¡Eso es muy cruel! Has venido adrede a hacerme pasar
vergüenza, otra vez.
-¡Es que estás muy graciosa cuando te ruborizas!- dijo entre
risas. Pero hoy te salvas por la campana, porque me tengo que ir ya. ¡Hasta
mañana!
Estaba especialmente guapo. Llevaba una chaqueta verde, tono
militar, que resaltaba todavía más el color de sus ojos. Su pelo negro no
parecía despeinado aunque no se había peinado. Vestía unos vaqueros oscuros, un
poco ajustados que le quedaban espectaculares y unas Panama Jack que
conjuntaban a la perfección con la chaqueta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario